Estimados colegas y compañeros de ruta, acá va una primera reflexión acerca de nuestra carrera y futura escuela.
Somos una carrera de cine ubicada en un país latinoamericano y en una provincia, no estamos directamente en la dialéctica entre la industria americana y la europea, estamos en y desde una situación marginal o periférica intentando dialogar con estas realidades foráneas. No estamos en el centro del poder de este país, ni en sus círculos de influencia, tal vez no estamos en el centro del mapa cinematográfico nacional pero estamos, a lo menos, desde y en uno de sus márgenes. Pienso que es desde este margen local, desde donde debemos pensarnos como carrera de cine y comenzar a relacionarnos con el mundo nacional y globalizado de hoy.
Creo que debemos leernos desde nuestra realidad actual, habitando este margen o periferia latinoamericana local, leer o ver que estamos recién reconociéndonos y reconociendo este espacio marginal o este margen en donde estamos. Es decir reconocer que estamos-siendo en construcción. Que después de cuatro años en que llegamos como invitados a un proyecto inicial, estamos reconociéndonos como un cuerpo de académicos que tienen algunos intereses y visiones en común en relación al cine chileno, un cuerpo de profesores que piensa que la escuela debe ser un espacio de reflexión, experimentación y formación, una escuela que viva y construya su ámbito cinematográfico, una escuela que quiere formar a un cineasta integral como dice Pepe: Consiente de su realidad social, reflexivo, creativo y técnicamente capaz.
Udo Jacobsen, en su última editorial de Fuera de campo, habla del silencio de la obra y convengo plenamente con él. Auque parezca paradójico, es desde ahí desde donde debemos hablar, desde el silencio de nuestro obrar personal y colectivo. Todos quienes hemos llegado a esta carrera tenemos obra, y coincidentemente son obras que se plantean desde el margen, desde otra orilla del cine chileno. En esta carrera han estado y están, en nuestra carrera, cineastas que con su obra plantean una reflexión diferente sobre Chile y sobre el cine chileno. Creo que es vital que comencemos a re-conocer este obrar individual y a trabajar en un obrar colectivo que reflexione en imágenes acerca de nuestra realidad chileno-latinoamericana.
El año pasado, algunos profesores de la carrera, realizamos por primera vez una obra en común, creo que ahí hay una clave de cómo debe ir siendo el ámbito cinematográfico del que nos habla Sergio. En el taller de primer año planteamos un campo de estudio, invitamos a nuestros alumnos y partimos de travesía a un territorio local a realizar una obra colectiva, una película realizada en común entre académicos, ayudantes y estudiantes, un campo de experimentación y encuentro en el oficio. En este viaje-obra, nos encontramos, primero nos reconocimos como un taller de 4 profesores que por primera vez estábamos trabajando con toda gratuidad en un proyecto colectivo. Luego reconocimos a un grupo de ayudantes, alumnos del cuarto año anterior que tenían una gran disponibilidad y un enorme amor por el cine, y nos encontramos en el ir-viajando y en el estar-haciendo, con un grupo de alumnos de primer año dispuestos a embarcarse en una aventura cinematográfica, abiertos a la comunidad, y con mucha fuerza y energía para parar un proyecto cinematográfico grande y en común.
Creo que esta experiencia ha sido muy potente y decidora y no le hemos sacado el provecho necesario. Es deber de los profesores de primer año exponer lo realizado y las implicancias que surgieron de este proceso.
En la travesía se dio un espacio que pienso tiene las características de la carrera que debemos ser:
Consciencia de la realidad social: Se cruzó el devenir del taller con la realidad de un territorio con identidad local, provincial, periférica. Un pequeño pueblo escondido en la montaña.
Reflexión y experimentación sobre un campo de estudio: Se trabajó entorno a varias líneas de relato, al cruce de la historia de ficción con la realidad documental del lugar, tanto en la presencia del paisaje como de los personajes, se trabajo un tipo de actuación que se basa en la improvisación, se reflexiono con los alumnos en torno a estos asuntos y se propusieron varias partes de una misma obra.
Creatividad: Se trabajó creativamente tanto en la formulación de la obra, como en su realización, 6 equipos de rodaje trabajaron en forma sincrónica resolviendo las problemáticas que se presentaban en el terreno.
Capacidad Técnica: Se aprovecharon al máximo los equipos con que cuenta la carrera, los alumnos se capacitaron en el uso apropiado de los equipos y durante toda la travesía los utilizaron y los cuidaron con un rigor muy cercano a lo profesional.
Confianza entre profesores y alumnos: Algo muy importante, se conformó un espacio de confianza entre alumnos y profesores, basado en el respeto artístico y académico.
Creo que estas deben ser las coordenadas o piedras fundamentales sobe las que debemos ir construyendo la escuela: una comunidad artística y profesional de académicos y alumnos que están permanentemente trabajando, investigando y reflexionando sobre la realidad chilena y latinoamericana, fomentando la creatividad y siendo muy capaces en la parte técnica. Alguna vez un querido profesor me dijo que para hacer las locuras más grandes hay que tener los pies bien puestos en la tierra. Pienso que para experimentar en el lenguaje cinematográfico hay que conocerlo muy bien, su teoría y su técnica.
Me parece que debemos construir nuestro propio espacio como escuela de cine en la realidad nacional, calladitos, en el silencio de la obra. Debemos aprovechar que estamos en los márgenes abiertos de la provincia, que nuestros alumnos vienen de todo el país y que estamos siendo un cuerpo colectivo de profesores que quiere empezar a trabajar en común. Pienso que por ahí puede ir el asunto, en el reconocerse permanentemente, estar-siendo, en la lectura del presente.
Eso por ahora.
Un abrazo a todos.
Rodrigo.